sábado, 23 de agosto de 2025

Conectar con la Fuente.

 

Conectar con la Fuente y vivir la dicha de la Iluminación espiritual a través del mantra

“Yo Estoy Conectado con la Fuente, en bendición y en protección”

La búsqueda de la verdad espiritual, desde tiempos inmemoriales, ha estado guiada por una intuición profunda: existe una Realidad Suprema, un Principio más allá de lo visible, que sostiene el universo entero y da sentido a la vida. En la Gnosis Eterna, a este Principio se le llama el Dios Incognoscible, la Fuente, el Misterio más allá de todo lo que la mente humana puede abarcar. Es incognoscible porque ninguna palabra, ninguna imagen, ninguna idea puede contenerlo. Sin embargo, podemos sentir su presencia en lo más íntimo de nuestro ser, como una corriente invisible que nos sostiene en cada instante.

En esta enseñanza, el Dios Incognoscible no es un ente separado, lejano o ajeno al mundo. Es descrito como el Océano de la Conciencia, el cual se manifiesta en infinitas ondas: cada ser, cada pensamiento, cada estrella, cada átomo, es una ola en ese océano inmenso. El océano y las olas no son dos cosas distintas: las olas existen en virtud del océano, y el océano se expresa en la forma de olas. Así, cada uno de nosotros es una expresión de la Fuente, inseparable de ella.

La paradoja de la vida humana es que, siendo una ola inseparable del Océano de la Conciencia, podemos sentirnos separados. Esa ilusión de desconexión genera sufrimiento, miedo, vacío y un constante anhelo de algo que parece faltar. Pero la verdad es que nada falta: la bendición y la plenitud de la Fuente siempre están presentes, aquí y ahora. La cuestión no es buscar fuera, sino reconocer lo que ya es.


La bendición de la Fuente: siempre presente, siempre accesible

El ser humano tiende a imaginar que la bendición divina es un premio que se otorga bajo ciertas condiciones: si somos buenos, si cumplimos reglas, si alcanzamos méritos. Pero en la Gnosis Eterna se enseña que la bendición de la Fuente no es condicional: es un fluir constante, como la luz del sol que brilla sin preferencia sobre justos e injustos. La bendición está siempre aquí, disponible, como un manantial inagotable.

Lo que ocurre es que, muchas veces, no la aceptamos. La mente, atrapada en el ruido de los pensamientos, en las comparaciones y en el miedo, se cierra a esa corriente viva de gracia. Así como una persona puede estar frente a un manantial pero morir de sed si no bebe de él, nosotros podemos estar sumergidos en la bendición divina y, sin embargo, vivir en angustia porque no la recibimos conscientemente.

Aceptar la bendición es abrirse, es rendirse al hecho de que ya somos sostenidos por la Fuente. No hay esfuerzo que fabricar, no hay técnica complicada que inventar. Se trata más bien de un acto de confianza y de presencia. Cuando decimos:
“Yo Estoy Conectado con la Fuente, en bendición y en protección”,
estamos afirmando una verdad que ya es, y nos abrimos a experimentarla en lo más profundo de nuestro ser.


El poder del mantra

Los mantras son llaves de conciencia. La palabra, cuando se repite con atención y reverencia, actúa como un recordatorio constante que disuelve el olvido. El mantra “Yo Estoy Conectado con la Fuente, en bendición y en protección” cumple una función esencial: no crea la conexión, sino que nos despierta a una conexión que jamás se perdió.

Cada palabra del mantra tiene un significado profundo:

  • Yo Estoy: Es la afirmación de la presencia. Evoca el “Yo Soy” eterno, más allá de la personalidad, que es la chispa divina en nosotros. “Yo Estoy” nos centra en el ahora, nos arraiga en la conciencia pura.
  • Conectado con la Fuente: No habla de un acto futuro, sino de un estado actual. No dice “me conectaré”, sino “estoy conectado”. Es el reconocimiento de la unión eterna con el Océano de la Conciencia.
  • En bendición: Afirma que la gracia divina fluye siempre hacia nosotros, y que decidimos recibirla. Vivir en bendición es reconocer la sacralidad de cada instante, incluso en medio de las pruebas.
  • Y en protección: La Fuente no solo bendice, también protege. Esta protección no significa ausencia de dificultades, sino la certeza de que en lo profundo nada puede dañarnos, pues nuestra esencia está en el Infinito. La protección es confianza en que la vida, incluso en sus aparentes sombras, nos conduce siempre a la realización de la verdad.

Al repetir este mantra, la mente se aquieta, el corazón se abre, y el alma recuerda su morada. El mantra es un potenciador: activa lo que ya está presente, como el fuego que, al soplarse, arde con más intensidad.


La paradoja de la meditación

Una enseñanza esencial de la Gnosis Eterna es que no meditamos para iluminarnos, sino que, al estar iluminados, nos volvemos naturalmente meditativos. Esto puede parecer un contrasentido, pero es un secreto profundo.

La mente común piensa: “meditaré mucho para alcanzar la iluminación”. Pero este esfuerzo parte de una premisa errónea: que estamos separados de la Fuente y que debemos recorrer un camino para llegar a ella. En realidad, ya estamos en la Fuente, ya somos uno con ella. La iluminación no es un logro, es un despertar a lo que ya es.

Cuando reconocemos esto, la meditación deja de ser una disciplina forzada y se convierte en una consecuencia natural del estado de presencia. El iluminado no “trata” de meditar: simplemente vive despierto, consciente, en conexión con el Océano de la Conciencia. Y en ese estado, toda acción se vuelve meditación: respirar, caminar, hablar, escuchar.

Por eso, repetir el mantra no es un esfuerzo para llegar a algo, sino un acto de recordatorio. Es como limpiar el polvo de un espejo para que la luz que ya brilla pueda reflejarse.


Vivir la dicha de la Iluminación

Conectar con la Fuente no es un estado reservado a místicos encerrados en cuevas o a sabios inaccesibles. Es la posibilidad de cada ser humano, aquí y ahora. La dicha de la Iluminación espiritual no consiste en huir del mundo, sino en verlo tal cual es: una danza de olas sobre el océano.

Cuando reconocemos que somos parte inseparable de la Fuente, la vida cotidiana cambia radicalmente:

  • La mente se pacifica: ya no hay una lucha constante por controlar lo incontrolable. La dicotomía del control, como enseñan los sabios, se vuelve clara: nos ocupamos de lo que depende de nosotros y soltamos lo que no depende.
  • El corazón se abre: al sentir la bendición, vivimos con gratitud. Incluso en lo pequeño y ordinario, percibimos la chispa de lo divino.
  • La confianza se fortalece: al sentirnos protegidos, el miedo se disuelve. No porque no haya desafíos, sino porque sabemos que nuestra esencia nunca está en peligro.
  • La compasión surge: al ver a los demás como olas del mismo océano, desaparecen las divisiones. La empatía y el amor brotan de manera natural.

La dicha de la Iluminación no es una euforia pasajera, sino una serenidad profunda que nos acompaña en cada circunstancia. Es vivir en la certeza de que la Fuente es el hogar en el cual siempre hemos estado.


Conclusión: el mantra como llave al recuerdo

El camino espiritual no consiste en acumular nuevas ideas, sino en recordar lo que siempre hemos sabido en lo profundo. El mantra “Yo Estoy Conectado con la Fuente, en bendición y en protección” es una llave sencilla y poderosa para este recuerdo.

Cada vez que lo recitamos, nos alineamos con la verdad del Dios Incognoscible, el Océano de la Conciencia. Reconocemos la bendición que ya fluye hacia nosotros y aceptamos la protección que nos envuelve. Y poco a poco, este reconocimiento se convierte en experiencia viva, en un estado natural de paz, confianza y plenitud.

La Gnosis Eterna nos enseña que no necesitamos buscar afuera, porque ya somos olas en el océano infinito de la Fuente. La iluminación no es un destino lejano, sino la esencia de nuestro ser. Lo único que queda es vivirla, con simplicidad y con gratitud.

Así, al repetir el mantra, no hacemos más que afirmar la verdad eterna:
Estamos conectados, bendecidos y protegidos en el corazón del Infinito.

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