Conectar con la Fuente y vivir la dicha de la
Iluminación espiritual a través del mantra
“Yo Estoy
Conectado con la Fuente, en bendición y en protección”
La
búsqueda de la verdad espiritual, desde tiempos inmemoriales, ha estado guiada
por una intuición profunda: existe una Realidad Suprema, un Principio más allá
de lo visible, que sostiene el universo entero y da sentido a la vida. En la Gnosis
Eterna, a este Principio se le llama el Dios Incognoscible, la
Fuente, el Misterio más allá de todo lo que la mente humana puede abarcar. Es
incognoscible porque ninguna palabra, ninguna imagen, ninguna idea puede
contenerlo. Sin embargo, podemos sentir su presencia en lo más íntimo de
nuestro ser, como una corriente invisible que nos sostiene en cada instante.
En esta
enseñanza, el Dios Incognoscible no es un ente separado, lejano o ajeno al
mundo. Es descrito como el Océano de la Conciencia, el cual se
manifiesta en infinitas ondas: cada ser, cada pensamiento, cada estrella, cada
átomo, es una ola en ese océano inmenso. El océano y las olas no son dos cosas
distintas: las olas existen en virtud del océano, y el océano se expresa en la
forma de olas. Así, cada uno de nosotros es una expresión de la Fuente,
inseparable de ella.
La
paradoja de la vida humana es que, siendo una ola inseparable del Océano de la
Conciencia, podemos sentirnos separados. Esa ilusión de desconexión genera
sufrimiento, miedo, vacío y un constante anhelo de algo que parece faltar. Pero
la verdad es que nada falta: la bendición y la plenitud de la Fuente siempre
están presentes, aquí y ahora. La cuestión no es buscar fuera, sino reconocer
lo que ya es.
La bendición de la Fuente: siempre presente,
siempre accesible
El ser
humano tiende a imaginar que la bendición divina es un premio que se otorga
bajo ciertas condiciones: si somos buenos, si cumplimos reglas, si alcanzamos
méritos. Pero en la Gnosis Eterna se enseña que la bendición de la Fuente no es
condicional: es un fluir constante, como la luz del sol que brilla sin
preferencia sobre justos e injustos. La bendición está siempre aquí,
disponible, como un manantial inagotable.
Lo que
ocurre es que, muchas veces, no la aceptamos. La mente, atrapada en el ruido de
los pensamientos, en las comparaciones y en el miedo, se cierra a esa corriente
viva de gracia. Así como una persona puede estar frente a un manantial pero
morir de sed si no bebe de él, nosotros podemos estar sumergidos en la
bendición divina y, sin embargo, vivir en angustia porque no la recibimos
conscientemente.
Aceptar
la bendición es abrirse, es rendirse al hecho de que ya somos sostenidos por la
Fuente. No hay esfuerzo que fabricar, no hay técnica complicada que inventar.
Se trata más bien de un acto de confianza y de presencia. Cuando
decimos:
“Yo Estoy Conectado con la Fuente, en bendición y en protección”,
estamos afirmando una verdad que ya es, y nos abrimos a experimentarla en lo
más profundo de nuestro ser.
El poder del mantra
Los
mantras son llaves de conciencia. La palabra, cuando se repite con atención y
reverencia, actúa como un recordatorio constante que disuelve el olvido. El
mantra “Yo Estoy Conectado con la Fuente, en bendición y en protección”
cumple una función esencial: no crea la conexión, sino que nos despierta a una
conexión que jamás se perdió.
Cada
palabra del mantra tiene un significado profundo:
- Yo Estoy: Es la afirmación de la
presencia. Evoca el “Yo Soy” eterno, más allá de la personalidad, que es
la chispa divina en nosotros. “Yo Estoy” nos centra en el ahora, nos
arraiga en la conciencia pura.
- Conectado con la Fuente: No habla de un acto
futuro, sino de un estado actual. No dice “me conectaré”, sino “estoy
conectado”. Es el reconocimiento de la unión eterna con el Océano de la
Conciencia.
- En bendición: Afirma que la gracia
divina fluye siempre hacia nosotros, y que decidimos recibirla. Vivir en
bendición es reconocer la sacralidad de cada instante, incluso en medio de
las pruebas.
- Y en protección: La Fuente no solo bendice,
también protege. Esta protección no significa ausencia de dificultades,
sino la certeza de que en lo profundo nada puede dañarnos, pues nuestra
esencia está en el Infinito. La protección es confianza en que la vida,
incluso en sus aparentes sombras, nos conduce siempre a la realización de
la verdad.
Al
repetir este mantra, la mente se aquieta, el corazón se abre, y el alma
recuerda su morada. El mantra es un potenciador: activa lo que ya está
presente, como el fuego que, al soplarse, arde con más intensidad.
La paradoja de la meditación
Una
enseñanza esencial de la Gnosis Eterna es que no meditamos para iluminarnos,
sino que, al estar iluminados, nos volvemos naturalmente meditativos. Esto
puede parecer un contrasentido, pero es un secreto profundo.
La mente
común piensa: “meditaré mucho para alcanzar la iluminación”. Pero este esfuerzo
parte de una premisa errónea: que estamos separados de la Fuente y que debemos
recorrer un camino para llegar a ella. En realidad, ya estamos en la Fuente, ya
somos uno con ella. La iluminación no es un logro, es un despertar a lo que
ya es.
Cuando
reconocemos esto, la meditación deja de ser una disciplina forzada y se
convierte en una consecuencia natural del estado de presencia. El iluminado no
“trata” de meditar: simplemente vive despierto, consciente, en conexión con el
Océano de la Conciencia. Y en ese estado, toda acción se vuelve meditación:
respirar, caminar, hablar, escuchar.
Por eso,
repetir el mantra no es un esfuerzo para llegar a algo, sino un acto de recordatorio.
Es como limpiar el polvo de un espejo para que la luz que ya brilla pueda
reflejarse.
Vivir la dicha de la Iluminación
Conectar
con la Fuente no es un estado reservado a místicos encerrados en cuevas o a
sabios inaccesibles. Es la posibilidad de cada ser humano, aquí y ahora. La
dicha de la Iluminación espiritual no consiste en huir del mundo, sino en verlo
tal cual es: una danza de olas sobre el océano.
Cuando
reconocemos que somos parte inseparable de la Fuente, la vida cotidiana cambia
radicalmente:
- La mente se pacifica: ya no hay una lucha
constante por controlar lo incontrolable. La dicotomía del control, como
enseñan los sabios, se vuelve clara: nos ocupamos de lo que depende de
nosotros y soltamos lo que no depende.
- El corazón se abre: al sentir la bendición,
vivimos con gratitud. Incluso en lo pequeño y ordinario, percibimos la
chispa de lo divino.
- La confianza se fortalece: al sentirnos protegidos,
el miedo se disuelve. No porque no haya desafíos, sino porque sabemos que
nuestra esencia nunca está en peligro.
- La compasión surge: al ver a los demás como
olas del mismo océano, desaparecen las divisiones. La empatía y el amor
brotan de manera natural.
La dicha
de la Iluminación no es una euforia pasajera, sino una serenidad profunda que
nos acompaña en cada circunstancia. Es vivir en la certeza de que la Fuente es
el hogar en el cual siempre hemos estado.
Conclusión: el mantra como llave al recuerdo
El camino
espiritual no consiste en acumular nuevas ideas, sino en recordar lo que
siempre hemos sabido en lo profundo. El mantra “Yo Estoy Conectado con la
Fuente, en bendición y en protección” es una llave sencilla y poderosa para
este recuerdo.
Cada vez
que lo recitamos, nos alineamos con la verdad del Dios Incognoscible, el Océano
de la Conciencia. Reconocemos la bendición que ya fluye hacia nosotros y
aceptamos la protección que nos envuelve. Y poco a poco, este reconocimiento se
convierte en experiencia viva, en un estado natural de paz, confianza y
plenitud.
La Gnosis
Eterna nos enseña que no necesitamos buscar afuera, porque ya somos olas en el
océano infinito de la Fuente. La iluminación no es un destino lejano, sino la
esencia de nuestro ser. Lo único que queda es vivirla, con simplicidad y con
gratitud.
Así, al
repetir el mantra, no hacemos más que afirmar la verdad eterna:
Estamos conectados, bendecidos y protegidos en el corazón del Infinito.
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