Los siete principios herméticos, a la luz de la Gnosis Eterna. Los siete principios herméticos son, mentalismo (Dios es mente, y el universo es un pensamiento), correspondencia (como es arriba es abajo), vibración (nada está inmóvil, todo se mueve, todo vibra), polaridad (todo es dual, los extremos se tocan), ritmo (todo sube y baja, todo se mueve como un péndulo, de izquierda a derecha, y de derecha a izquierda), causación (toda causa tiene su efecto y todo efecto tiene su causa), y generación (todo se genera de un masculino que da y de un femenino que recibe, y todo tiene su lado masculino y femenino). A su vez, en la Gnosis eterna, el Dios Incognoscible, es el océano de la conciencia, y meditamos en él, para elevarnos espiritualmente, y usamos la dicotomía del control, para resolver los problemas que podamos resolver, entregando a Dios, lo que está fuera de nuestro control.
Los Siete Principios Herméticos a la Luz de la Gnosis Eterna
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha buscado comprender el misterio del universo y el propósito de la existencia. Las tradiciones de sabiduría coinciden en que la vida no es mero azar ni caos, sino la manifestación de una inteligencia profunda y una conciencia que lo abarca todo. En la tradición hermética, esta verdad se expresa en los siete principios universales, los cuales, comprendidos y aplicados, nos guían hacia la armonía con las leyes divinas.
La Gnosis Eterna, por su parte, enseña que el Dios Incognoscible es el Océano de la Conciencia, ilimitado, infinito e innombrable. Todo surge de Él y todo retorna a Él. Meditar en ese Océano es reencontrar nuestra esencia, y vivir de acuerdo con la dicotomía del control —resolver lo que depende de nosotros y entregar lo que excede nuestra capacidad a la Conciencia Suprema— es el modo práctico de mantenernos en paz, aun en medio de las tormentas de la existencia.
Al unir la sabiduría hermética con la Gnosis Eterna, los siete principios se iluminan con un resplandor renovado, ofreciendo una senda de comprensión profunda y liberación espiritual.
1. El Principio de Mentalismo
"El Todo es mente; el universo es mental."
El primer principio enseña que el universo entero es un pensamiento en la Mente de Dios. Nada existe separado de esa Mente, y lo que nosotros llamamos realidad no es más que una proyección sostenida en la Conciencia divina.
La Gnosis Eterna lo expresa de otra manera: el Dios Incognoscible es un Océano de Conciencia, en el cual todas las olas —nuestros pensamientos, nuestras experiencias, los mundos y los universos— surgen, se transforman y se disuelven. Nada está fuera de ese Océano, pues todo es Su manifestación.
Comprender el mentalismo nos libera del materialismo estrecho: lo físico no es absoluto, sino una cristalización de la mente. De aquí surge el poder de la contemplación y la meditación: al dirigir nuestros pensamientos hacia lo divino, sintonizamos con la Mente superior, elevando nuestro ser y transformando nuestras circunstancias.
El mentalismo también se relaciona con la dicotomía del control: aunque no podamos controlar todos los acontecimientos externos, sí podemos dirigir nuestra mente, que es la herramienta mediante la cual participamos de la Mente universal. Así, quien domina su mente, domina su destino.
2. El Principio de Correspondencia
"Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba."
La ley de correspondencia revela que el universo es un reflejo en múltiples niveles. El microcosmos refleja al macrocosmos, y lo espiritual se manifiesta en lo material. El ser humano, hecho de cuerpo, alma y espíritu, es un espejo del cosmos entero.
En la Gnosis Eterna, este principio nos ayuda a reconocer que lo que ocurre en nuestra interioridad tiene resonancia en el exterior, y lo que observamos en el exterior nos enseña sobre lo que sucede en nuestra alma. Así, cada situación de la vida es símbolo y maestro.
Meditar en el Dios Incognoscible es reconocer que cada chispa de conciencia en nosotros corresponde al Océano infinito. Nuestra individualidad no es más que un reflejo de la Conciencia cósmica. Y así como el sol se refleja en incontables gotas de agua sin dividirse, el Ser supremo habita en todos sin fragmentarse.
Vivir este principio nos lleva a la humildad y al asombro: el mundo que nos rodea es un espejo vivo de lo eterno. Cada experiencia, por dolorosa o gozosa que sea, refleja una enseñanza superior.
3. El Principio de Vibración
"Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra."
El hermetismo nos enseña que la quietud absoluta no existe: todo vibra, desde el átomo más pequeño hasta las galaxias más grandes. La vida es un movimiento constante, un flujo ininterrumpido de energía.
La Gnosis Eterna ve en esta vibración el pulso mismo del Océano de Conciencia. El universo vibra porque Dios vibra en su infinitud, generando olas de existencia. El alma humana también vibra: nuestros pensamientos, emociones y aspiraciones generan frecuencias que nos elevan o nos hunden.
El principio de vibración nos invita a elevar nuestra frecuencia espiritual mediante la meditación, el mantra y la contemplación. Cuando decimos: “Om, veneración al Dios Incognoscible”, estamos sintonizando nuestra vibración con lo más elevado.
Además, este principio nos recuerda que lo negativo y lo positivo son estados vibratorios: la desesperación puede transformarse en esperanza, el odio en amor, si elevamos la frecuencia de nuestra conciencia.
4. El Principio de Polaridad
"Todo es dual; todo tiene polos; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado."
La polaridad muestra que todo fenómeno tiene dos polos: luz y oscuridad, calor y frío, amor y odio. No son opuestos absolutos, sino extremos de la misma realidad.
En la Gnosis Eterna, comprendemos que incluso la ignorancia y la sabiduría forman parte de un mismo espectro. Meditar en el Dios Incognoscible nos ayuda a trascender la identificación con un polo u otro y a reconocer que detrás de la dualidad hay una Unidad superior.
La polaridad también se relaciona con la dicotomía del control: no podemos evitar que la vida nos muestre tanto el dolor como la alegría, pero sí podemos elegir cómo situarnos frente a esos polos. Al aceptar que todo tiene dos caras, dejamos de resistirnos y hallamos equilibrio.
La polaridad no es enemiga de la espiritualidad; al contrario, es su camino. Solo quien ha conocido la oscuridad puede valorar la luz, y solo quien ha sentido la muerte interior puede renacer en el Espíritu.
5. El Principio de Ritmo
"Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso; todo asciende y desciende."
El ritmo enseña que la existencia se mueve como un péndulo: día y noche, estaciones, vida y muerte, éxito y fracaso. Nada permanece fijo; todo se mueve en ciclos.
La Gnosis Eterna contempla estos ritmos como olas en el Océano de Conciencia. El mar sube y baja, pero nunca deja de ser mar. Así también, nuestras almas atraviesan altibajos, pero en lo profundo seguimos siendo parte del Ser eterno.
Comprender este principio nos da paciencia: si estamos en un tiempo de prueba, el péndulo inevitablemente oscilará hacia la calma. Y si disfrutamos de un momento de plenitud, debemos vivirlo con gratitud, sabiendo que todo cambia.
La práctica de la meditación nos permite situarnos en el centro del péndulo, en el punto de quietud donde no nos arrastran los vaivenes del mundo. Allí, entregamos a Dios lo que no depende de nosotros y obramos con serenidad en lo que sí está en nuestras manos.
6. El Principio de Causación
"Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa."
Nada ocurre por casualidad; todo tiene una causa, aunque no siempre la comprendamos. La ignorancia nos hace ver azar, pero la sabiduría reconoce la trama invisible de causas y efectos que se extiende por el universo.
En la Gnosis Eterna, este principio se entiende a la luz del karma: lo que sembramos en pensamiento, palabra y acción, eso mismo cosechamos. Pero también se entiende a la luz de la gracia: cuando entregamos lo que no controlamos al Dios Incognoscible, abrimos espacio para que la Causa suprema transforme nuestro destino.
La causación nos llama a la responsabilidad: no podemos controlar todo, pero sí somos responsables de lo que pensamos y hacemos. Cada acto es una semilla en el campo del universo. Al cultivar pensamientos elevados, compasión y discernimiento, sembramos causas que inevitablemente darán frutos luminosos.
7. El Principio de Generación
"La generación existe por doquier; todo tiene su principio masculino y femenino."
El último principio revela que todo en el universo surge de la interacción de lo masculino y lo femenino. El masculino da, proyecta, penetra; el femenino recibe, gesta, nutre. Ambos son necesarios para toda manifestación.
La Gnosis Eterna entiende este principio como la unión de los aspectos activos y receptivos de la conciencia. En la meditación, la mente receptiva se abre al Espíritu divino, y de esa unión nace la iluminación.
También en la vida práctica, la dicotomía del control refleja esta dinámica: lo masculino es la acción sobre lo que depende de nosotros; lo femenino es la entrega confiada al Dios Incognoscible en lo que no podemos resolver. Al unir ambos aspectos, vivimos en armonía con la ley universal.
La generación nos recuerda que somos co-creadores con lo divino. Todo pensamiento es una semilla fecundada que puede dar fruto en el tiempo. La unión de masculino y femenino en el alma produce la plenitud del ser.
Conclusión
Los siete principios herméticos no son dogmas, sino llaves. Abren la puerta a una comprensión más profunda del universo y de nuestra propia alma. Unidos a la Gnosis Eterna, nos muestran que:
El universo es mental, y participamos de la Mente divina.
Todo corresponde y se refleja, microcosmos y macrocosmos.
Todo vibra, y podemos elevar nuestra frecuencia.
Todo es dual, y detrás de los polos brilla la Unidad.
Todo se mueve en ciclos, y en el centro está la paz.
Todo tiene causa, y somos responsables de sembrar lo luminoso.
Todo se genera de la unión de lo masculino y lo femenino.
Meditar en el Dios Incognoscible, practicar la dicotomía del control y aplicar estos principios en la vida cotidiana es caminar hacia la libertad interior. Entonces, la existencia deja de ser un enigma hostil para convertirse en una danza sagrada de conciencia, donde el Océano eterno nos sostiene y nos guía.
Aplicación práctica de los Siete Principios Herméticos en la vida diaria, a la luz de la Gnosis Eterna
Imaginemos un día cualquiera en la vida de un buscador gnóstico-hermético. Este día se convierte en un laboratorio espiritual donde los principios universales no son teorías abstractas, sino herramientas vivas para la transformación interior.
Al despertar: Principio de Mentalismo
El día comienza con la conciencia de que todo es mente. Al abrir los ojos, el buscador recuerda que el universo es un pensamiento en la Mente divina y que sus propios pensamientos son las semillas que dará a lo largo de la jornada.
Antes de levantarse, dedica unos minutos a meditar en el Dios Incognoscible como Océano de Conciencia. Repite en silencio: “Om, veneración al Dios Incognoscible”. Esto alinea su mente con la Mente universal y siembra un clima de claridad.
Decide conscientemente cultivar pensamientos constructivos. Reconoce que no puede controlar lo que sucederá durante el día, pero sí puede elegir la orientación de su mente.
Durante el desayuno: Principio de Correspondencia
Mientras toma un simple té o café, contempla el principio de correspondencia: “Como es arriba, es abajo”. Reflexiona en cómo la pequeña taza refleja la vastedad del universo: el calor del agua recuerda al fuego del sol, el grano molido recuerda al trabajo de la tierra.
Piensa: “Si cuido lo pequeño, estoy honrando lo grande; si ordeno mi espacio interior, contribuyo a la armonía universal”.
Al agradecer los alimentos, comprende que la correspondencia lo une con los campesinos, con la naturaleza y con la misma Conciencia suprema que sostiene todo.
Camino al trabajo o actividades: Principio de Vibración
Mientras camina, conduce o viaja, recuerda que todo vibra. Observa cómo el ruido de la ciudad es una vibración, cómo su propio corazón late en otra frecuencia, y cómo sus pensamientos tienen también su ritmo vibratorio.
Si surge ansiedad, decide respirar profundo y repetir interiormente el mantra gnóstico: “Om, veneración al Dios Incognoscible”. Con cada repetición, eleva su vibración, cambiando la tensión en serenidad.
Comprende que no puede controlar el tráfico ni las personas que lo rodean, pero sí puede ajustar la frecuencia de su propia alma.
En el trabajo: Principio de Polaridad
Durante la jornada laboral, se enfrenta a críticas y exigencias. El principio de polaridad le recuerda que cada situación difícil es un extremo de una misma realidad que puede transformarse.
La hostilidad de un colega puede convertirse en una oportunidad para practicar paciencia; la presión de un plazo límite puede transformarse en disciplina. Reconoce que los opuestos no son enemigos, sino grados de una misma esencia.
Aplica aquí la dicotomía del control: no puede controlar las reacciones de los demás, pero sí puede controlar su actitud. Decide moverse hacia el polo positivo, sin negar la realidad del negativo, pero transformándolo poco a poco en su interior.
En la tarde: Principio de Ritmo
Al salir del trabajo, se siente cansado. Recuerda que todo se mueve en ciclos: esfuerzo y descanso, acción y reposo. No se castiga por sentirse agotado, sino que reconoce que el péndulo oscila y que el descanso es tan necesario como el movimiento.
Decide dar un paseo tranquilo o escuchar música suave. Comprende que su cansancio no es permanente, sino parte del flujo de la vida. Así como el mar tiene mareas, su cuerpo y su mente tienen ritmos que debe respetar.
Meditar en el Océano de Conciencia le recuerda que, aunque las olas suban y bajen, él siempre pertenece a lo eterno que nunca cambia.
Al enfrentar un problema: Principio de Causación
En la tarde surge una dificultad inesperada: un error en su trabajo o un contratiempo económico. Recuerda el principio de causación: todo efecto tiene su causa. En lugar de caer en la queja, reflexiona en qué semillas ha sembrado para que este efecto aparezca, y qué nuevas causas puede sembrar para mejorar el futuro.
No se culpa en exceso, pero sí asume su parte de responsabilidad. A la vez, reconoce que hay causas más allá de su comprensión y decide entregarlas al Dios Incognoscible. De ese modo, combina acción responsable con confianza espiritual.
En la noche: Principio de Generación
Al llegar la noche, dedica unos minutos a contemplar el principio de generación. Observa cómo todo en el universo surge de la unión de lo masculino y lo femenino: el día y la noche, la acción y la receptividad, el dar y el recibir.
En su práctica espiritual, une la voluntad activa (masculino) de meditar con la receptividad (femenino) de abrirse a la gracia divina. De esa unión nace un fruto interior: paz, lucidez y fortaleza.
También reconoce este principio en lo cotidiano: en su comunicación con otros, da atención y también recibe; en sus proyectos, combina disciplina con paciencia; en su vida interior, actúa cuando corresponde y se entrega cuando debe confiar.
Antes de dormir: Integración de los siete principios
Ya en su cama, el buscador repasa su día:
Mentalismo: eligió pensamientos constructivos.
Correspondencia: vio en lo pequeño el reflejo de lo grande.
Vibración: elevó su frecuencia con el mantra.
Polaridad: transformó extremos negativos en aprendizajes.
Ritmo: aceptó los ciclos del esfuerzo y el descanso.
Causación: asumió responsabilidad y confió en la gracia.
Generación: unió acción y receptividad en su práctica.
Finalmente, se sumerge en una meditación silenciosa en el Dios Incognoscible, Océano de Conciencia, entregando a Él todo lo que está fuera de su control. En esa entrega, su alma descansa en paz, reconociendo que ha vivido un día en sintonía con las leyes eternas.
Conclusión práctica
Los siete principios herméticos no son ideas antiguas que pertenecen a libros polvorientos, sino realidades vivas que podemos experimentar en cada instante. La Gnosis Eterna nos da la clave para aplicarlos: meditar en el Dios Incognoscible y vivir la dicotomía del control.
Al despertar, trabajar, enfrentar dificultades, descansar y dormir, podemos recordar que el universo no es un caos, sino una sinfonía de principios. Al vivir en armonía con ellos, la vida cotidiana se convierte en camino espiritual, y cada día ordinario se transforma en un peldaño hacia lo eterno.
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