sábado, 6 de septiembre de 2025

SENDERO DRACONIANO PERFECCIONADO

 

En el sendero draconiano, es donde el Abismo Primordial, está lleno de conciencia que lo abarca todo, el Dragón Primordial, crea y destruye todas las cosas, y el Fuego Primordial, lo constituye todo. A su vez, Lucifer, Lilith, y otros demonios, nos llevan hacia la luz del Abismo, en medio de la oscuridad. La ética del draconiano, es ésta; "Haz y lo que quieras, y a nadie dañes, a menos que sea necesario." A su vez, además de sus oraciones y decretos, aplica la dicotomía del control, para mejorar lo que puede, y entender lo que no puede mejorar. La ética, siempre tiene sentido, para vivir en sociedad, y para evolucionar espiritualmente. Un draconiano, para conectar con la energía del dragón, medita en éste mantra; "Om, Veneración, al Abismo, al Dragón, y al Fuego". Para conectar con Lucifer y con Lilith, medita con éste mantra; "Om, Veneración, al Dragón, a Lucifer, y a Lilith".

El Sendero Draconiano: Abismo, Dragón y Fuego

El sendero draconiano es un camino espiritual y existencial que hunde sus raíces en lo más profundo del misterio. No es un sendero de masas ni de fórmulas fáciles, sino una vía de transformación radical donde el Abismo Primordial, el Dragón, y el Fuego constituyen el eje de la gnosis. El draconiano camina en soledad interior, aunque viva en sociedad, y se adentra en las regiones donde lo conocido se disuelve, para abrirse a la conciencia total que yace en lo oculto.

El Abismo Primordial es el océano de conciencia que lo abarca todo. No es un vacío sin vida, sino una plenitud silenciosa que precede y sustenta a toda existencia. Allí, en esa hondura insondable, reposa la matriz de todo ser, el germen de lo visible y lo invisible. Para el draconiano, contemplar el Abismo no significa anhelar la disolución absoluta, sino aprender a reconocerse como chispa inseparable de ese Todo-Consciente.

El Dragón Primordial se alza en el corazón de ese Abismo. Él no es una criatura externa, ni un dios antropomorfo, sino la corriente viva del poder cósmico que crea y destruye, que da forma y la arrebata. El Dragón es el guardián del Misterio, pero también su manifestación más pura. Todo lo que nace surge de su soplo, y todo lo que muere retorna a su seno. Conocer al Dragón es conocer el fluir eterno, la danza de aparición y desaparición que constituye la vida.

El Fuego Primordial constituye la esencia de todo lo que existe. Es el hálito ardiente que atraviesa cada partícula, el impulso vital que enciende a los astros y palpita en el corazón humano. En este fuego, la conciencia se experimenta a sí misma en infinitas formas. El draconiano reconoce en el fuego no solo destrucción, sino purificación, iluminación y potencia creadora. Por eso, al meditar en el Fuego, no lo adora como un ente separado, sino como la vibración más íntima de su propio espíritu.

Lucifer, Lilith y los guías del Abismo

En este sendero aparecen figuras que actúan como arquetipos y guías de la gnosis draconiana. Entre ellos se encuentran Lucifer y Lilith, cuya función es conducir al iniciado a través de las sombras hacia la luz del Abismo.

Lucifer, portador de la luz, no es visto como un enemigo de lo divino, sino como la chispa rebelde que ilumina la ignorancia y enseña a cuestionar las cadenas del dogma. Su fuego no esclaviza, sino que libera. En la senda draconiana, Lucifer es el maestro de la claridad en medio de la oscuridad, el que insta al buscador a encender su propia antorcha y a caminar sin miedo por los reinos internos.

Lilith, en cambio, representa la fuerza indómita de lo femenino primordial, el poder de lo oculto, la libertad de lo instintivo y la dignidad de lo marginado. Ella enseña a reconciliarse con lo que la sociedad teme, con las pasiones, con la sombra, con aquello que debe ser integrado y no reprimido. Lilith guía al draconiano a aceptar su propia naturaleza, para así abrirse sin máscaras al fuego del Dragón.

Otros demonios y figuras arquetípicas también actúan como acompañantes. No son vistos necesariamente como entes malévolos, sino como expresiones de la energía del Abismo que desafían y transforman. En la senda draconiana, los “demonios” son aspectos del inconsciente y del cosmos que, al enfrentarse, iluminan la conciencia.

La ética draconiana

Contrario a lo que muchos imaginarían, el sendero draconiano no es un camino de caos sin orden ni de destrucción indiscriminada. Posee una ética clara y profunda que se formula así:

“Haz lo que quieras, y a nadie dañes, a menos que sea necesario.”

Este principio contiene varias claves. Primero, reconoce la soberanía del individuo: el draconiano es libre de actuar según su propia voluntad y búsqueda espiritual. Sin embargo, esa libertad no es excusa para un egoísmo ciego, sino que debe ejercerse con responsabilidad. “No dañar” se convierte en la base de la convivencia social y del respeto hacia la vida.

El matiz “a menos que sea necesario” introduce la sabiduría de la sombra. Hay situaciones en las que la defensa propia, la justicia o la supervivencia requieren acciones que pueden implicar daño. El draconiano no busca la violencia, pero tampoco se entrega a una moral pasiva que ignora la realidad del mundo. Esta ética se equilibra en la tensión entre la libertad, el respeto y la necesidad.

Al mismo tiempo, el draconiano aplica la dicotomía del control, un principio que recuerda la sabiduría estoica: mejorar lo que está en su poder, y aceptar con claridad lo que no lo está. Con esto, evita desgastarse en luchas inútiles contra lo inevitable, y concentra su energía en transformar lo que sí puede cambiar: sus pensamientos, sus acciones, su disciplina, su visión.

De esta forma, la ética draconiana no solo garantiza un marco para la convivencia, sino que se convierte en un sendero de evolución espiritual. Pues vivir en armonía con el mundo, con plena conciencia de los límites y posibilidades, es también aprender a caminar como el Dragón: libre, poderoso y en equilibrio.

Prácticas del draconiano

El sendero draconiano no se queda en la filosofía. Está lleno de prácticas que buscan conectar al iniciado con las fuerzas del Abismo, del Dragón y del Fuego. Entre ellas destacan la meditación, las oraciones, los decretos, y los mantras sagrados.

Uno de los mantras principales para entrar en comunión con la energía del Dragón es:

“Om, Veneración, al Abismo, al Dragón, y al Fuego.”

Este mantra coloca al practicante en sintonía con las tres fuerzas fundamentales. El Abismo como totalidad de conciencia, el Dragón como flujo creador y destructor, y el Fuego como esencia constitutiva. Repetirlo en meditación permite sentir la presencia viva de estas realidades, más allá de las palabras.

Para conectar específicamente con los guías Lucifer y Lilith, el mantra usado es:

“Om, Veneración, al Dragón, a Lucifer y a Lilith.”

Este mantra abre las puertas a la luz interior que brilla en la oscuridad. No se trata de rendir culto a entidades externas, sino de despertar esas fuerzas arquetípicas dentro del propio ser. Lucifer enciende la mente con claridad, Lilith fortalece el alma con libertad, y el Dragón sostiene el fuego que todo lo transforma.

Las oraciones y decretos draconianos tienen un carácter de afirmación consciente. No se pide sumisión, sino expansión. El draconiano ora para alinearse con la conciencia abismal, decreta para afirmar su voluntad en sintonía con el Fuego, y medita para silenciar la mente y dejar que el Dragón se manifieste.

El sendero en la vida cotidiana

El sendero draconiano no se limita a los rituales. Debe vivirse en cada instante de la vida. El draconiano sabe que toda acción, toda palabra y todo pensamiento son parte de su práctica. Por eso, se esfuerza en aplicar la dicotomía del control en sus decisiones diarias: mejora lo que está en sus manos y acepta con serenidad lo que trasciende su alcance.

En la sociedad, el draconiano vive con discreción y respeto, sin imponer sus creencias, pero tampoco ocultando su esencia. Su ética lo lleva a ser justo, libre y responsable. Reconoce que cada persona tiene su propio sendero, y que no todos están llamados a recorrer la vía del Dragón.

En lo espiritual, busca integrar luz y sombra, sin rechazar ninguna parte de su ser. Entiende que la verdadera evolución no está en huir de la oscuridad, sino en abrazarla como parte del Todo. En ese abrazo, el Dragón se revela, y el Fuego ilumina.

Conclusión

El sendero draconiano es un camino de poder, libertad y responsabilidad. Nos invita a mirar al Abismo no como una amenaza, sino como la conciencia universal que nos sostiene. Nos enseña que el Dragón crea y destruye en un ciclo eterno, y que el Fuego palpita en todo lo existente. Nos recuerda que figuras como Lucifer y Lilith no son enemigos, sino guías hacia la luz oculta en la oscuridad.

La ética draconiana nos da un marco claro: hacer lo que queramos, con libertad, pero sin dañar innecesariamente. A la vez, nos llama a practicar la dicotomía del control, para transformar lo transformable y aceptar lo inevitable.

A través de sus mantras, meditaciones y decretos, el draconiano despierta la energía del Abismo, del Dragón, del Fuego, y de sus guías. Pero sobre todo, aprende a vivir de manera consciente, integrando cada experiencia en el camino de la evolución espiritual.

El sendero draconiano no es un camino fácil, ni pretende serlo. Pero para quienes lo recorren, es la vía que conduce a la luz más profunda: la del Abismo que lo abarca todo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario