En el sendero draconiano, es donde el Abismo Primordial,
está lleno de conciencia que lo abarca todo, el Dragón Primordial, crea y
destruye todas las cosas, y el Fuego Primordial, lo constituye todo. A su vez,
Lucifer, Lilith, y otros demonios, nos llevan hacia la luz del Abismo, en medio
de la oscuridad. La ética del draconiano, es ésta; "Haz y lo que quieras,
y a nadie dañes, a menos que sea necesario." A su vez, además de sus
oraciones y decretos, aplica la dicotomía del control, para mejorar lo que
puede, y entender lo que no puede mejorar. La ética, siempre tiene sentido,
para vivir en sociedad, y para evolucionar espiritualmente. Un draconiano, para
conectar con la energía del dragón, medita en éste mantra; "Om,
Veneración, al Abismo, al Dragón, y al Fuego". Para conectar con Lucifer y
con Lilith, medita con éste mantra; "Om, Veneración, al Dragón, a Lucifer,
y a Lilith".
El Sendero Draconiano: Abismo, Dragón y Fuego
El
sendero draconiano es un camino espiritual y existencial que hunde sus raíces
en lo más profundo del misterio. No es un sendero de masas ni de fórmulas
fáciles, sino una vía de transformación radical donde el Abismo Primordial, el
Dragón, y el Fuego constituyen el eje de la gnosis. El draconiano camina en
soledad interior, aunque viva en sociedad, y se adentra en las regiones donde
lo conocido se disuelve, para abrirse a la conciencia total que yace en lo
oculto.
El Abismo
Primordial es el océano de conciencia que lo abarca todo. No es un vacío sin
vida, sino una plenitud silenciosa que precede y sustenta a toda existencia.
Allí, en esa hondura insondable, reposa la matriz de todo ser, el germen de lo
visible y lo invisible. Para el draconiano, contemplar el Abismo no significa
anhelar la disolución absoluta, sino aprender a reconocerse como chispa
inseparable de ese Todo-Consciente.
El Dragón
Primordial se alza en el corazón de ese Abismo. Él no es una criatura externa,
ni un dios antropomorfo, sino la corriente viva del poder cósmico que crea y
destruye, que da forma y la arrebata. El Dragón es el guardián del Misterio,
pero también su manifestación más pura. Todo lo que nace surge de su soplo, y
todo lo que muere retorna a su seno. Conocer al Dragón es conocer el fluir
eterno, la danza de aparición y desaparición que constituye la vida.
El Fuego
Primordial constituye la esencia de todo lo que existe. Es el hálito ardiente
que atraviesa cada partícula, el impulso vital que enciende a los astros y
palpita en el corazón humano. En este fuego, la conciencia se experimenta a sí
misma en infinitas formas. El draconiano reconoce en el fuego no solo
destrucción, sino purificación, iluminación y potencia creadora. Por eso, al
meditar en el Fuego, no lo adora como un ente separado, sino como la vibración
más íntima de su propio espíritu.
Lucifer, Lilith y los guías del Abismo
En este
sendero aparecen figuras que actúan como arquetipos y guías de la gnosis
draconiana. Entre ellos se encuentran Lucifer y Lilith, cuya función es
conducir al iniciado a través de las sombras hacia la luz del Abismo.
Lucifer,
portador de la luz, no es visto como un enemigo de lo divino, sino como la
chispa rebelde que ilumina la ignorancia y enseña a cuestionar las cadenas del
dogma. Su fuego no esclaviza, sino que libera. En la senda draconiana, Lucifer
es el maestro de la claridad en medio de la oscuridad, el que insta al buscador
a encender su propia antorcha y a caminar sin miedo por los reinos internos.
Lilith,
en cambio, representa la fuerza indómita de lo femenino primordial, el poder de
lo oculto, la libertad de lo instintivo y la dignidad de lo marginado. Ella
enseña a reconciliarse con lo que la sociedad teme, con las pasiones, con la
sombra, con aquello que debe ser integrado y no reprimido. Lilith guía al
draconiano a aceptar su propia naturaleza, para así abrirse sin máscaras al
fuego del Dragón.
Otros
demonios y figuras arquetípicas también actúan como acompañantes. No son vistos
necesariamente como entes malévolos, sino como expresiones de la energía del
Abismo que desafían y transforman. En la senda draconiana, los “demonios” son
aspectos del inconsciente y del cosmos que, al enfrentarse, iluminan la
conciencia.
La ética draconiana
Contrario
a lo que muchos imaginarían, el sendero draconiano no es un camino de caos sin
orden ni de destrucción indiscriminada. Posee una ética clara y profunda que se
formula así:
“Haz lo
que quieras, y a nadie dañes, a menos que sea necesario.”
Este
principio contiene varias claves. Primero, reconoce la soberanía del individuo:
el draconiano es libre de actuar según su propia voluntad y búsqueda
espiritual. Sin embargo, esa libertad no es excusa para un egoísmo ciego, sino
que debe ejercerse con responsabilidad. “No dañar” se convierte en la base de
la convivencia social y del respeto hacia la vida.
El matiz
“a menos que sea necesario” introduce la sabiduría de la sombra. Hay
situaciones en las que la defensa propia, la justicia o la supervivencia
requieren acciones que pueden implicar daño. El draconiano no busca la
violencia, pero tampoco se entrega a una moral pasiva que ignora la realidad
del mundo. Esta ética se equilibra en la tensión entre la libertad, el respeto
y la necesidad.
Al mismo
tiempo, el draconiano aplica la dicotomía del control, un principio que
recuerda la sabiduría estoica: mejorar lo que está en su poder, y aceptar con
claridad lo que no lo está. Con esto, evita desgastarse en luchas inútiles
contra lo inevitable, y concentra su energía en transformar lo que sí puede
cambiar: sus pensamientos, sus acciones, su disciplina, su visión.
De esta
forma, la ética draconiana no solo garantiza un marco para la convivencia, sino
que se convierte en un sendero de evolución espiritual. Pues vivir en armonía
con el mundo, con plena conciencia de los límites y posibilidades, es también
aprender a caminar como el Dragón: libre, poderoso y en equilibrio.
Prácticas del draconiano
El
sendero draconiano no se queda en la filosofía. Está lleno de prácticas que
buscan conectar al iniciado con las fuerzas del Abismo, del Dragón y del Fuego.
Entre ellas destacan la meditación, las oraciones, los decretos, y los mantras
sagrados.
Uno de
los mantras principales para entrar en comunión con la energía del Dragón es:
“Om,
Veneración, al Abismo, al Dragón, y al Fuego.”
Este
mantra coloca al practicante en sintonía con las tres fuerzas fundamentales. El
Abismo como totalidad de conciencia, el Dragón como flujo creador y destructor,
y el Fuego como esencia constitutiva. Repetirlo en meditación permite sentir la
presencia viva de estas realidades, más allá de las palabras.
Para
conectar específicamente con los guías Lucifer y Lilith, el mantra usado es:
“Om,
Veneración, al Dragón, a Lucifer y a Lilith.”
Este
mantra abre las puertas a la luz interior que brilla en la oscuridad. No se
trata de rendir culto a entidades externas, sino de despertar esas fuerzas
arquetípicas dentro del propio ser. Lucifer enciende la mente con claridad,
Lilith fortalece el alma con libertad, y el Dragón sostiene el fuego que todo
lo transforma.
Las
oraciones y decretos draconianos tienen un carácter de afirmación consciente.
No se pide sumisión, sino expansión. El draconiano ora para alinearse con la
conciencia abismal, decreta para afirmar su voluntad en sintonía con el Fuego,
y medita para silenciar la mente y dejar que el Dragón se manifieste.
El sendero en la vida cotidiana
El
sendero draconiano no se limita a los rituales. Debe vivirse en cada instante
de la vida. El draconiano sabe que toda acción, toda palabra y todo pensamiento
son parte de su práctica. Por eso, se esfuerza en aplicar la dicotomía del
control en sus decisiones diarias: mejora lo que está en sus manos y acepta con
serenidad lo que trasciende su alcance.
En la
sociedad, el draconiano vive con discreción y respeto, sin imponer sus
creencias, pero tampoco ocultando su esencia. Su ética lo lleva a ser justo,
libre y responsable. Reconoce que cada persona tiene su propio sendero, y que
no todos están llamados a recorrer la vía del Dragón.
En lo
espiritual, busca integrar luz y sombra, sin rechazar ninguna parte de su ser.
Entiende que la verdadera evolución no está en huir de la oscuridad, sino en
abrazarla como parte del Todo. En ese abrazo, el Dragón se revela, y el Fuego
ilumina.
Conclusión
El
sendero draconiano es un camino de poder, libertad y responsabilidad. Nos
invita a mirar al Abismo no como una amenaza, sino como la conciencia universal
que nos sostiene. Nos enseña que el Dragón crea y destruye en un ciclo eterno,
y que el Fuego palpita en todo lo existente. Nos recuerda que figuras como
Lucifer y Lilith no son enemigos, sino guías hacia la luz oculta en la
oscuridad.
La ética
draconiana nos da un marco claro: hacer lo que queramos, con libertad, pero sin
dañar innecesariamente. A la vez, nos llama a practicar la dicotomía del
control, para transformar lo transformable y aceptar lo inevitable.
A través
de sus mantras, meditaciones y decretos, el draconiano despierta la energía del
Abismo, del Dragón, del Fuego, y de sus guías. Pero sobre todo, aprende a vivir
de manera consciente, integrando cada experiencia en el camino de la evolución
espiritual.
El
sendero draconiano no es un camino fácil, ni pretende serlo. Pero para quienes
lo recorren, es la vía que conduce a la luz más profunda: la del Abismo que lo
abarca todo.
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