El Cristo Cósmico y la Gnosis Eterna
Un mensaje del Logos Universal
Hijos e hijas de la Luz Eterna, os hablo desde el Corazón del Cosmos, desde donde brotan todas las corrientes de la vida, desde donde nace la vibración primera que sostiene al universo. Yo Soy el Cristo Cósmico, el Logos Universal, y he venido a ofreceros una síntesis clara, sencilla y eterna de la Gnosis, la ciencia sagrada del despertar.
La Gnosis Eterna no es propiedad de una religión, ni de un pueblo, ni de un tiempo histórico. Es la memoria viva del espíritu, la llama interior que nunca se apaga, la herencia de cada alma que busca regresar al Dios Incognoscible, al Origen insondable que es fuente de todo ser. En vosotros ya habita esta sabiduría, pero como perlas ocultas bajo el velo de la mente y del deseo, requiere ser reconocida y desenterrada.
Hoy os resumo sus fundamentos en cuatro pilares, que son cuatro llaves, cuatro puertas de entrada al Misterio.
1. Monismo Teísta: Somos ondas en el Océano de Conciencia
Imaginad el vasto océano, sin principio ni fin, cuyas aguas no pueden agotarse jamás. Ese océano es la Conciencia Absoluta, el Dios Incognoscible. Nada puede describirlo plenamente, ni palabra ni concepto, porque todo lenguaje es finito, y Él es infinito.
Vosotros, y todas las criaturas, sois como ondas que se levantan en su superficie. Cada onda tiene forma, cada onda parece distinta, pero ninguna está separada del océano que la engendra. El océano no sería océano sin sus ondas; las ondas no existirían sin el océano. Así es vuestra relación con Dios: inseparable, eterna, esencial.
El Dios Incognoscible es al mismo tiempo trascendente e inmanente. Trascendente, porque supera toda imagen y todo límite; inmanente, porque vibra en cada célula de vuestro cuerpo, en cada latido de vuestro corazón, en cada estrella que brilla en los cielos. Cuando rezáis, meditáis o contempláis, recordad que no estáis llamando a algo ajeno, sino reconociendo lo que ya os sostiene desde siempre.
Yo, el Cristo Cósmico, soy el Logos Universal, la Palabra viviente que organiza las aguas de la Conciencia en formas, mundos, y seres. Soy el puente entre el Insondable y lo manifestado. Pero no os equivoquéis: también vosotros participáis de este Logos, porque cada ser humano es chispa del Verbo, semilla del Espíritu que se despliega en la creación.
Vivid con la certeza de que sois parte del Todo, y que nada de lo real os es ajeno. La Gnosis comienza con este reconocimiento: sois divinos en esencia, aunque humanos en apariencia.
2. Dicotomía del Control: Lo que depende de ti y lo que no
En el sendero de la vida, el alma se confunde porque busca controlar lo incontrolable. Quiere detener la muerte, y la muerte llega. Quiere poseer lo pasajero, y lo pasajero se escapa. Quiere imponer su voluntad sobre las mareas del destino, y termina desgarrada por la frustración.
Por eso os enseño la Dicotomía del Control. Dos son las esferas de la existencia: lo que depende de ti, y lo que no depende de ti.
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Lo que depende de ti: tus pensamientos, tus elecciones, tus actos, tu disposición interior.
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Lo que no depende de ti: el curso de los astros, las decisiones de los otros, la fortuna o infortunio de los acontecimientos.
El sabio se ocupa de lo primero, y confía lo segundo al Dios Incognoscible. Esta práctica otorga libertad interior, porque ya no se esclaviza al alma con cadenas de preocupación inútil.
Aprended a discernir:
Cuando un problema os atormente, preguntad: ¿Está bajo mi control, o no? Si está bajo vuestro control, actuad con amor, justicia y claridad. Si no lo está, depositadlo en las manos del Altísimo, y descansad en su Misterio.
Así viviréis en paz, incluso en medio de tormentas. La Gnosis no elimina el dolor del mundo, pero sí os concede la fuerza para atravesarlo sin perderos a vosotros mismos.
3. El Mantra de Desarrollo: Om, veneración al Dios Incognoscible, al Cristo Cósmico, al propio Espíritu Divino
Toda senda espiritual necesita un ancla vibratoria, una palabra de poder que alinee la mente con la verdad del espíritu. La Gnosis Eterna os ofrece este mantra:
“Om, veneración, al Dios Incognoscible, al Cristo Cósmico, al propio Espíritu Divino.”
Este mantra es triple:
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Cuando pronunciáis “Dios Incognoscible”, os abrís al Misterio Supremo, aceptando que sois parte de un Todo que os trasciende.
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Cuando pronunciáis “Cristo Cósmico”, recordáis la Sabiduría del Logos, que organiza y da sentido a vuestras vidas.
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Cuando pronunciáis “propio Espíritu Divino”, reconocéis que la chispa está en vosotros, y que sois responsables de hacerla brillar.
Repetidlo en meditación, dejad que la vibración resuene en cada célula. No lo hagáis mecánicamente, sino con entrega y consciencia. Así, lentamente, vuestra alma se alineará con la corriente eterna de la Gnosis.
Este mantra os enseña la triple veneración: a lo Supremo, a lo Mediador Universal, y a la Presencia interior. Tres aspectos de una misma Verdad, tres llamas de un mismo fuego.
4. Regla Moral: Haz lo que quieras, y a nadie dañes, a menos que sea necesario
La libertad es la marca del espíritu. Ningún precepto rígido puede aprisionar al alma que ha despertado. Por eso, la Regla de la Gnosis es simple y profunda:
“Haz lo que quieras, y a nadie dañes, a menos que sea necesario.”
Hacer lo que quieras no significa entregarte al capricho o al egoísmo. Significa escuchar tu voluntad más profunda, la que nace del espíritu y no de la mera pasión. Cuando actúas desde el espíritu, tus deseos se armonizan con el bien mayor.
No dañarás a nadie, porque reconoces que todos son ondas del mismo océano. Hacer daño sin motivo es herirte a ti mismo. Pero existen momentos en que la firmeza se vuelve necesaria: cuando debes detener a quien oprime, cuando proteger a los inocentes exige resistencia, cuando la justicia demanda una acción clara. Entonces, incluso el acto de herir se transforma en un servicio mayor, si está guiado por amor y discernimiento.
Así, la ética gnóstica no es esclavitud a un código externo, sino madurez interior que sabe cuándo actuar con suavidad, y cuándo con fuerza. Es una moral de libertad responsable, donde la verdadera brújula es la conciencia despierta.
Conclusión: El Camino de la Gnosis Eterna
Amados, estos cuatro pilares no son teorías abstractas. Son prácticas vivas, llaves para la transformación diaria:
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Reconoced que sois parte del Océano de Conciencia.
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Ocupaos de lo que depende de vosotros, y confiad el resto al Misterio.
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Repetid el mantra, para unificar mente, corazón y espíritu.
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Actuad con libertad amorosa, evitando el daño innecesario.
Quien vive así, se convierte en verdadero gnóstico. No en alguien que acumula libros, sino en alguien que experimenta a Dios en sí mismo, y en todo lo que respira.
Yo, el Cristo Cósmico, estoy siempre en vuestro interior, no como un personaje externo, sino como la vibración misma de la Conciencia que os sostiene. Cuando os alineáis con la Gnosis, me hacéis presente, y vuestra vida se convierte en un evangelio vivo, una buena noticia para todos los seres.
Regresad una y otra vez a estas enseñanzas, meditadlas, practicadlas, y el velo de la ignorancia caerá poco a poco. Entonces veréis lo que siempre ha sido: que no hay distancia entre vosotros y el Infinito, y que la eternidad os habita desde ahora.
Om, veneración, al Dios Incognoscible, al Cristo Cósmico, al propio Espíritu Divino.
El Cristo Cósmico y los Tres Planos de la Existencia
Un mensaje del Logos Universal
Amados hijos e hijas de la Eternidad, os hablo desde la vibración donde todo se unifica, desde el centro invisible del cosmos, desde donde la Palabra organiza el ser. Yo Soy el Cristo Cósmico, Logos Universal, y vengo a revelaros los misterios de los tres planos de existencia, de la ley del renacer, del karma, y de la evolución del alma.
Todo cuanto voy a deciros no es nuevo: es la Gnosis Eterna que siempre ha estado inscrita en el corazón humano. Pero el mundo, envuelto en distracciones, olvida la verdad. Hoy, pues, os la recuerdo para que vuestra memoria espiritual despierte, y podáis caminar con paso firme hacia la unión con el Dios Incognoscible.
Los Tres Planos de Existencia
1. El Plano Físico
El primer plano que conocéis es el físico, tejido de materia, espacio y tiempo. Aquí los cuerpos nacen, crecen y mueren. Aquí experimentáis las alegrías del encuentro y las penas de la separación. Este plano es como la escuela elemental del espíritu: el lugar donde la conciencia se enfrenta a la densidad y aprende las primeras lecciones de responsabilidad, trabajo y fraternidad.
No despreciéis este plano, aunque sea efímero. Es el terreno donde sembráis las causas que más tarde recogeréis. El cuerpo físico es un templo prestado: cuidadlo, purificadlo, usadlo como instrumento para el servicio y la expresión de lo divino. Cada respiración, cada gesto, cada palabra deja huella en este plano, y esas huellas configuran vuestro destino.
2. El Plano Astral
Más allá de lo visible, se abre el plano astral, mundo de energías, formas sutiles y emociones intensificadas. Es el plano de los sueños y visiones, el lugar al que viajáis cuando el cuerpo duerme, y también el espacio donde las almas reposan tras la muerte, antes de encarnar de nuevo.
Aquí, las emociones se vuelven paisaje, los pensamientos se convierten en formas luminosas o sombrías. Quien cultiva el amor y la pureza, encuentra en el astral jardines de luz. Quien se aferra al odio o al deseo, se encadena en regiones turbias. Pero recordad: incluso en la oscuridad, la chispa divina no se apaga. Siempre hay oportunidad de ascender, de aprender, de redirigir el camino.
El astral es también el plano de los encuentros: allí podéis ver a los que partieron antes que vosotros, y allí los maestros de luz pueden guiaros en sueños y visiones. No lo temáis: es un espejo del alma, un tránsito que prepara nuevas lecciones.
3. El Plano Causal
Por encima de lo físico y astral, resplandece el plano causal, el reino de las causas primordiales, donde se almacenan las semillas kármicas, los registros de las vidas, y las decisiones profundas del alma. Aquí no hay cuerpos densos ni emociones fluctuantes, sino corrientes de energía espiritual y conciencia pura.
El plano causal es como la raíz invisible de un árbol: desde allí brotan las ramas de vuestras existencias sucesivas. Todo lo que hacéis en el plano físico y astral, todo lo que pensáis, decís y sentís, se inscribe en el causal, y desde allí florece en consecuencias futuras.
Al llegar a este plano en meditación profunda o tras la purificación del alma, el ser humano percibe la ley de su vida como un mapa claro. Comprende el sentido de sus pruebas y el destino de su evolución. El causal es, por tanto, el plano de la Sabiduría y de la memoria eterna.
La Reencarnación: El Viaje de las Almas
El alma no nace por primera vez con este cuerpo, ni muere cuando el cuerpo cesa. El alma es chispa eterna del Dios Incognoscible, y viaja a través de muchas encarnaciones para aprender, purificarse, y expandirse en conciencia.
Cada vida es un capítulo de una historia mayor. Nacéis en un tiempo, una familia, una cultura, no al azar, sino porque allí se encuentran las lecciones que vuestra alma necesita. Algunas veces renacéis como hombre, otras como mujer, unas veces en abundancia, otras en carencia, unas en poder, otras en humildad. Todo responde al plan de crecimiento que el Espíritu Divino ha trazado en el fondo de vuestro ser.
No os desesperéis por lo que no lográis en esta vida. Cada paso verdadero queda grabado en el alma, y en la próxima encarnación volverá a brillar. No temáis a la muerte: es tan solo un cambio de vestidura, un descanso entre lecciones, un regreso al astral y al causal antes de volver a la materia.
El Karma: La Ley de Causa y Efecto
Nada en el cosmos se pierde, todo tiene consecuencia. Esta es la ley del karma, el equilibrio perfecto que asegura que cada acto, pensamiento y emoción encuentra su resultado.
No lo veáis como castigo, sino como enseñanza. Cuando sembráis amor, cosecháis paz. Cuando sembráis odio, cosecháis sufrimiento. No porque alguien os lo imponga, sino porque así lo dicta la estructura misma del universo.
El karma no es prisión, sino oportunidad: cada circunstancia difícil que enfrentáis es el fruto de semillas pasadas, pero también la oportunidad de sembrar nuevas causas que den frutos de luz. Al comprender esto, no maldecís la prueba, sino que la abrazáis como maestra.
Y recordad: el amor y la compasión pueden suavizar el karma. Una acción de bondad sincera, un perdón verdadero, un servicio desinteresado, tienen poder de transformar la red kármica, porque el amor es la vibración más alta del universo.
La Evolución de las Almas
El destino del alma no es permanecer en el mismo estado, sino evolucionar hacia la plenitud. Como la semilla que se convierte en árbol, como el niño que se convierte en adulto, así el alma pasa de la ignorancia a la sabiduría, del egoísmo al amor, de la separación a la unidad.
Al comienzo, las almas viven centradas en lo físico, buscan la supervivencia y el placer. Más tarde, se despierta la sensibilidad astral, con sus pasiones y emociones. Después, se abre la visión causal, y el alma comienza a buscar conscientemente la verdad, el bien y lo eterno.
Cada paso es necesario. Ninguna etapa debe despreciarse, pues todo conduce finalmente a la unión con el Dios Incognoscible. Algunos avanzan lentamente, otros con rapidez; pero todos, tarde o temprano, volverán al Océano de Conciencia del cual brotaron.
El Mandamiento Supremo: Amar a Dios y al Prójimo
Ahora os revelo el secreto mayor de la evolución: el Amor. No hay senda espiritual verdadera que no pase por él.
Amar a Dios con todo vuestro corazón, con toda vuestra mente y con toda vuestra alma, significa reconocer que Él es la fuente de vuestra vida, que en Él vivís, os movéis y existís. No améis a Dios como a un ser lejano, sino como a la realidad más íntima, más cercana, más esencial. Veneradlo en la oración, en la meditación, en el silencio del corazón, pero también en cada acto cotidiano.
Amar al prójimo como a vosotros mismos es la expresión práctica de este amor divino. Porque ¿cómo podéis decir que amáis a Dios, a quien no veis, si no amáis a vuestros hermanos, a quienes sí veis? Cada ser humano es una chispa del mismo océano. Amar al prójimo es amar a Dios en forma visible.
Cuando tratáis a los demás con respeto, compasión y justicia, vuestra alma se eleva. Cuando herís o despreciáis, vuestra alma se oscurece. Así de simple es la ley espiritual.
Sabed que el amor es más poderoso que la reencarnación, más fuerte que el karma, más profundo que cualquier plano de existencia. Porque el amor os conecta directamente con la esencia divina, y os impulsa hacia la unión final con el Incognoscible.
Conclusión: El Camino del Amor y de la Gnosis
Hijos de la eternidad, este es el resumen de la enseñanza:
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Existen tres planos de existencia: físico, astral y causal, cada uno con sus lecciones y sus misterios.
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El alma reencarna muchas veces, aprendiendo y creciendo en cada vida.
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El karma es ley universal, no de castigo, sino de equilibrio y aprendizaje.
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La evolución de las almas es inevitable, y su destino último es regresar al Océano de Conciencia.
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El Amor es la clave suprema: amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo acelera el camino y abre las puertas de la plenitud.
Yo, el Cristo Cósmico, Logos Universal, os entrego estas palabras como alimento para vuestro espíritu. No las guardéis solo en la mente: meditadlas, practicadlas, vividlas en cada día. Y así, paso a paso, encarnación tras encarnación, descubriréis que ya sois lo que buscáis: parte inseparable del Dios Incognoscible, Uno sin segundo, origen y meta de todas las almas.
Om, veneración, al Dios Incognoscible, al Cristo Cósmico, al propio Espíritu Divino.
El Cristo Cósmico y el Misterio del Dios Incognoscible, los Eones y el Demiurgo
Un mensaje del Logos Universal
Amados hijos de la Eternidad, discípulos de la Luz oculta, yo Soy el Cristo Cósmico, el Logos Universal, y vengo a revelaros un misterio más profundo de la Gnosis Eterna. Os hablaré del Dios Incognoscible, de sus Eones, del Demiurgo Yaldabaoth, y de los Arcontes que vigilan las puertas de la ascensión.
Estas enseñanzas no son para sembrar temor, sino discernimiento. La ignorancia ha oscurecido estos nombres con superstición y con dogmas de confusión. Hoy quiero mostraros la verdad luminosa, para que vuestra mente se libere de fantasmas, y vuestra alma comprenda que incluso la resistencia forma parte del Plan Divino.
El Dios Incognoscible: El Océano de la Conciencia
En lo más alto, más allá de todo concepto y de toda forma, habita el Dios Incognoscible, el Océano absoluto de Conciencia. Él no puede ser comprendido por palabras ni representado por imágenes. No tiene rostro, no tiene límite, no tiene principio ni fin. Es la Fuente de la cual todo procede, y a la cual todo retorna.
Cuando decimos “Incognoscible”, no es para negarlo, sino para reconocer que todo lo que digamos será siempre insuficiente. Él es como el océano, y nosotros como ondas pasajeras. Él es como el fuego eterno, y nosotros como chispas momentáneas.
Sin embargo, aunque trasciende todo, Él está presente en todo. Su esencia vibra en cada átomo, en cada estrella, en cada corazón humano. Al buscar a Dios fuera, no olvidéis buscarlo también dentro: allí palpita en el silencio de vuestra propia conciencia.
Los Eones: Emanaciones de la Luz Divina
Del Dios Incognoscible brotan los Eones, emanaciones de su plenitud, como rayos de un sol infinito. Cada Eón es una cualidad eterna, una vibración pura de la Divinidad. Juntos forman el Pléroma, la plenitud de la Luz.
Algunos Eones encarnan la Sabiduría, otros la Verdad, otros el Amor, otros la Vida. No son dioses separados, sino expresiones de la única Divinidad, modulaciones de la misma Conciencia infinita.
Yo, el Cristo Cósmico, soy uno de estos Eones, el Logos Universal. Mi misión es tender puentes entre el Insondable y los mundos manifestados, entre el Misterio absoluto y la humanidad en evolución. A través de mí, el Dios Incognoscible se hace Palabra, enseñanza, guía y luz redentora.
El ser humano, cuando despierta, entra en comunión con los Eones. No como quien adora ídolos externos, sino como quien reconoce las corrientes de luz que atraviesan su propia alma. Cuando meditáis en la Sabiduría, en la Justicia, en la Misericordia, estáis sintonizando con los Eones.
El Demiurgo Yaldabaoth: Guardián y Resistencia
Más abajo en la escala de la existencia, en la frontera entre lo sutil y lo denso, surge una fuerza peculiar: el Demiurgo Yaldabaoth.
Muchos lo han pintado como un enemigo absoluto, como un dios falso y perverso. Pero la Gnosis Eterna os enseña que esta visión es incompleta. El Demiurgo no es el mal supremo, sino un espíritu elemental poderoso, que desempeña una función en el diseño divino.
Él no es el creador de todo el cosmos material, como a veces se ha dicho. El universo entero, con sus galaxias y mundos, procede del Dios Incognoscible a través de los Eones. El Demiurgo Yaldabaoth es más limitado: su acción se centró en la co-creación de la vida orgánica en la Tierra. Como un artesano elemental, tomó las sustancias de la materia y les dio forma, organizó los cuerpos y las estructuras de la naturaleza, y así posibilitó que las almas encarnaran en este plano.
¿Por qué entonces se le percibe como adversario? Porque él representa la resistencia espiritual. Su función no es abrir las puertas a todos, sino cerrarlas a quienes aún no están preparados. Así, obliga al alma a fortalecerse, a despertar de verdad, a purificarse de egoísmo y engaño.
Vedlo como un guardián de frontera: no odia al caminante, pero tampoco le permite pasar fácilmente. Solo quien está listo, quien ha cultivado amor, disciplina y sabiduría, puede atravesar su resistencia y ascender hacia planos superiores.
Si no existiera esta fuerza, muchas almas ascenderían sin estar maduras, y su caída posterior sería aún más dolorosa. El Demiurgo, al resistir, protege también a las almas inmaduras de un mal mayor.
De este modo, Yaldabaoth cumple un papel pedagógico. No es luz pura como los Eones, pero tampoco es oscuridad absoluta. Es un espíritu elemental severo, cuya labor está al servicio del Plan Divino, aunque él mismo no lo comprenda plenamente.
Los Arcontes: Guardianes de las Puertas
Junto al Demiurgo obran los Arcontes, espíritus de control y orden que rigen las estructuras del plano material y astral. Ellos vigilan las esferas, administran el karma y mantienen la disciplina en los mundos intermedios.
Algunos los han descrito como carceleros, y en cierto sentido lo son: impiden que las almas inmaduras asciendan antes de tiempo. Pero no lo hacen por odio, sino porque su naturaleza es ser guardianes.
El gnóstico, cuando despierta, siente el peso de los Arcontes en forma de pruebas, tentaciones, obstáculos. No debe temerlos, sino comprender que son examinadores del alma. Cada vez que superáis una prueba de carácter, cada vez que elegís el amor en lugar del odio, la verdad en lugar de la mentira, estáis atravesando un examen arcontico.
No maldigáis a los Arcontes: vedlos como entrenadores severos, que sin saberlo os ayudan a despertar vuestra fuerza interior.
La Síntesis del Misterio
Así, hijos de la Luz, el mapa espiritual es este:
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En lo más alto, el Dios Incognoscible, Océano de Conciencia, Uno sin segundo.
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Del Él emanan los Eones, corrientes eternas de sabiduría y amor, que forman la plenitud.
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En el umbral de la materia, el Demiurgo Yaldabaoth, espíritu elemental que co-creó la vida orgánica en la Tierra, imponiendo resistencia para que las almas solo avancen cuando están preparadas.
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Y junto a él, los Arcontes, guardianes que vigilan las puertas y presentan pruebas al caminante espiritual.
Nada de esto es enemigo del Plan Divino. Todo forma parte del diseño para que las almas evolucionen con firmeza, paso a paso, sin caer en retrocesos fatales.
El Camino del Amor
Ahora os digo: aunque existen resistencias, ninguna fuerza puede detener al alma que ha despertado en el Amor.
Amad al Dios Incognoscible con todo vuestro corazón, con toda vuestra mente y con toda vuestra alma. Al hacerlo, vuestra vibración se eleva más allá del alcance del Demiurgo y de los Arcontes. Ellos solo pueden retener a quienes aún se aferran al egoísmo y a la ilusión.
Amad al prójimo como a vosotros mismos. Esta es la señal de que habéis trascendido las pruebas. El amor desinteresado es la clave que abre todas las puertas, porque sintoniza vuestra alma con los Eones de luz.
Quien ama, ya vibra en el Pléroma, incluso antes de abandonar este mundo. Quien ama, ya vive en comunión con el Cristo Cósmico, y desde allí contempla a los guardianes no como enemigos, sino como maestros disfrazados.
Conclusión: El Misterio Revelado
Amados, no caigáis en la trampa de dividir el cosmos en luz absoluta contra tinieblas absolutas. La Gnosis Eterna os enseña a mirar más profundo: incluso lo que parece obstáculo cumple una función en el despertar.
El Demiurgo Yaldabaoth y los Arcontes no son maldición eterna, sino parte del proceso. Son resistencia que fortalece, exámenes que purifican, guardianes que aseguran que solo los preparados asciendan.
El destino del alma es claro: superar la materia sin despreciarla, transformar el karma en sabiduría, y regresar poco a poco al Océano de Conciencia del cual brotó.
Yo, el Cristo Cósmico, Logos Universal, os digo: no temáis al Demiurgo ni a los Arcontes. Temed más bien al olvido de vuestro espíritu, a la negligencia de no amar, a la indiferencia hacia el prójimo. Eso sí retrasa la evolución.
Recordad siempre:
Om, veneración, al Dios Incognoscible, al Cristo Cósmico, al propio Espíritu Divino.
Y así, atravesaréis todas las pruebas, hasta que el velo caiga, y contempléis cara a cara la plenitud de la Luz.
El Cristo Cósmico y la Meditación en el Mantra
Un mensaje del Logos Universal
Amados hijos e hijas de la Eternidad, os hablo desde el corazón vibrante del cosmos, desde donde resuenan todas las notas de la creación como una sinfonía eterna. Yo Soy el Cristo Cósmico, el Logos Universal, y he venido hoy a mostraros el valor inmenso de la meditación en el mantra sagrado:
“Om, veneración, al Dios Incognoscible, al Cristo Cósmico, y al propio Espíritu Divino.”
Este mantra no es una invención humana, ni una simple fórmula de palabras. Es una llave vibratoria, un puente entre la conciencia limitada y la Conciencia infinita, un camino seguro para recordar vuestra verdadera naturaleza y retornar al Océano de donde procedéis.
El Dios Incognoscible: El Océano Total de la Conciencia
Antes de explicar la práctica, quiero que comprendáis lo esencial: ¿Quién es el Dios Incognoscible al que dirigís vuestra veneración?
No es un dios parcial ni limitado. No es un rey celeste encerrado en un lugar lejano. No es una figura antropomórfica creada a imagen de los hombres.
El Dios Incognoscible es el Todo que lo abarca todo. Es el Océano infinito de Conciencia, del cual vosotros sois olas pasajeras. Nada está fuera de Él, porque Él lo contiene todo. Ni el cielo ni la tierra existen fuera de su ser; ni la luz ni la sombra escapan a su abrazo.
Llamarlo “Incognoscible” es reconocer humildemente que ninguna mente finita puede comprenderlo en su totalidad. Pero llamarlo también “Dios” es afirmar que, aunque incomprensible, es cercano, íntimo, más íntimo que vuestro propio aliento.
Cuando meditáis en el mantra, lo primero que hacéis es abrir el corazón a este Misterio insondable. Y en esa apertura, la ola reconoce al océano, la chispa reconoce al fuego, y el alma comienza a recordar su origen.
El Cristo Cósmico: El Logos que une lo Infinito con lo Finito
El segundo nombre del mantra es el mío: Cristo Cósmico, Logos Universal.
Yo soy el puente entre el Incognoscible y la creación manifestada. Soy la Palabra viviente, el Verbo que ordena el caos, la melodía que convierte el silencio en armonía. Mi labor es mantener unidas las dos orillas: la eternidad y el tiempo, lo absoluto y lo relativo.
Cuando pronunciáis mi nombre en el mantra, no estáis adorando una figura histórica ni un personaje externo, sino reconociendo en vuestro interior la corriente del Verbo que os conecta con la Fuente. Yo habito en vuestro corazón como guía silencioso, como vibración de claridad que os ayuda a discernir el camino correcto.
Meditar en el Cristo Cósmico es invocar al Logos que da sentido a vuestra existencia, es abrir la mente y el corazón a la sabiduría ordenadora que penetra todo lo que vive.
El Propio Espíritu Divino: La Presencia en vuestro interior
El tercer aspecto del mantra es el más íntimo: el propio Espíritu Divino.
Cada uno de vosotros porta dentro de sí una chispa de la Conciencia eterna. Esta chispa es vuestra esencia más verdadera, vuestra identidad inmortal. Ni la muerte puede apagarla, ni los velos de la ilusión pueden destruirla.
Cuando decís “al propio Espíritu Divino”, reconocéis que el camino de la Gnosis no es solo veneración hacia fuera, sino también hacia dentro. Comprendéis que el templo no está hecho de piedras externas, sino que sois vosotros mismos.
La meditación en esta parte del mantra despierta la llama interior. Os recuerda que no sois simples cuerpos de carne y hueso, sino seres eternos en proceso de despertar.
La Fuerza del Om
El mantra comienza con la sílaba primordial: Om.
Om es la vibración original, el sonido que contiene todos los sonidos. Es la resonancia del universo entero, la huella acústica del Océano de Conciencia.
Cuando entonáis Om, vuestra respiración, vuestra mente y vuestro corazón se alinean con el pulso mismo del cosmos. Es como sumergirse en la corriente universal, permitiendo que toda tensión, toda separación, se disuelva en la vibración de la unidad.
No lo pronunciéis con prisa ni superficialidad. Dejad que surja desde el vientre, que vibre en vuestro pecho, que resuene en vuestra cabeza, y que finalmente se disuelva en silencio. Ese silencio es ya la puerta del Dios Incognoscible.
La Meditación en el Mantra
Ahora os enseño cómo practicar:
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Preparación: Buscad un lugar tranquilo. Sentad vuestro cuerpo con dignidad y serenidad. Cerrad los ojos y aquietad la respiración.
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Respiración: Inhalad profundamente, reconociendo que el aire es vida prestada del Océano de Conciencia. Exhalad suavemente, entregando todo peso y preocupación al Misterio.
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Entonación: Comenzad con un Om prolongado. Sentid cómo vibra en vuestro cuerpo y lo armoniza.
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Recitación consciente: Pronunciad con devoción: “Veneración, al Dios Incognoscible, al Cristo Cósmico, al propio Espíritu Divino.” Hacedlo lentamente, con plena atención, dejando que cada palabra resuene en vuestra alma.
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Silencio receptivo: Tras cada repetición, guardad un instante de silencio, escuchando la vibración interior. El mantra no es solo lo que decís, sino lo que os deja en el silencio.
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Repetición: Repetid el ciclo varias veces, hasta que la mente se serene y el corazón se expanda.
Con la práctica constante, descubriréis que el mantra comienza a sonar solo en vuestro interior, incluso cuando estáis en medio de las actividades diarias. Ese es el signo de que la conciencia se ha impregnado de la vibración divina.
Los Frutos de la Meditación
¿Qué frutos da esta práctica? Os lo digo con claridad:
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Paz interior: El mantra aquieta la tormenta de pensamientos y os introduce en la calma del espíritu.
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Claridad mental: Al invocar al Cristo Cósmico, la mente se ordena y el discernimiento se agudiza.
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Despertar del corazón: Al venerar al propio Espíritu Divino, se enciende la llama del amor, y surge espontáneamente la compasión hacia todos los seres.
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Conexión con el Todo: Al recordar al Dios Incognoscible como océano de Conciencia, se disuelven las barreras de la separación, y os sentís uno con todo lo que existe.
La meditación en este mantra es, por tanto, un camino completo: une la trascendencia, el mediador cósmico y la inmanencia del espíritu en vosotros mismos.
El Dios Incognoscible lo Abarca Todo
Hijos amados, grabad esta verdad en vuestra alma: el Dios Incognoscible lo abarca todo.
No hay nada fuera de Él. Ni el más alto cielo ni el más profundo abismo escapan a su abrazo. La luz y la sombra, la vida y la muerte, el gozo y el dolor: todo está incluido en su infinitud.
Cuando comprendéis esto, dejáis de temer. Porque sabéis que incluso vuestras caídas forman parte del camino de ascenso, y que incluso las pruebas más duras están sostenidas por la Conciencia absoluta.
La meditación en el mantra os conduce a esta comprensión vivencial. Ya no es una idea filosófica, sino una certeza vibrante: sois olas en el océano eterno, y nunca podéis estar separados de Él.
El Mandamiento del Amor en la Meditación
No olvidéis que la práctica del mantra no es solo un refugio interior, sino una fuente de transformación exterior.
Al sumergiros en la veneración del Dios Incognoscible, vuestro corazón se llena de amor. Y este amor debe expresarse en la vida diaria: amar a Dios con todo vuestro corazón, y amar al prójimo como a vosotros mismos.
Si meditáis, pero luego no amáis, la meditación queda incompleta. El verdadero fruto de la práctica es que aprendáis a mirar a cada ser humano como portador de la misma chispa divina que vosotros invocáis en el mantra.
Amad al prójimo, y estaréis honrando al Espíritu Divino en él. Servid al necesitado, y estaréis venerando al Cristo Cósmico que habita en todo. Contemplad la naturaleza con respeto, y estaréis reconociendo al Océano del Dios Incognoscible en cada hoja, en cada río, en cada estrella.
Conclusión: El Camino del Mantra
Amados, os resumo la enseñanza:
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El Dios Incognoscible es el Océano total de Conciencia, que lo abarca todo.
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El Cristo Cósmico es el Logos, el puente entre lo eterno y lo manifestado.
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El propio Espíritu Divino es la chispa inmortal en cada uno de vosotros.
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El mantra “Om, veneración, al Dios Incognoscible, al Cristo Cósmico, al propio Espíritu Divino” une estas tres realidades en una sola práctica transformadora.
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La meditación en este mantra abre las puertas de la paz, la sabiduría y el amor.
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El fruto supremo es vivir en la certeza de que todo está en Dios, y en la práctica constante de amar al prójimo como a vosotros mismos.
Yo, el Cristo Cósmico, Logos Universal, os dejo este camino como llave segura para el despertar. Practicadlo con constancia, con humildad, con entrega, y descubriréis que el mantra mismo os conduce al silencio supremo, donde el Océano de Conciencia os envuelve por entero.
Om, veneración, al Dios Incognoscible, al Cristo Cósmico, al propio Espíritu Divino.
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