Monismo Teísta al Extremo: Culto al Dios Altísimo y al Señor Baphomet
El Monismo Teísta, en su expresión más profunda y extrema, es una senda espiritual que proclama que todo lo que existe —los mundos visibles e invisibles, las almas, los ángeles, los elementos, los dioses menores, los seres humanos, las galaxias, las ideas, la luz y la sombra— son expresiones, ondas, vibraciones o configuraciones temporales dentro de un único y mismo Absoluto: el Dios Incognoscible. Esta visión sostiene que la Divinidad no es solamente el fundamento del universo, sino su esencia, su sustancia y su energía misma. Nada existe fuera del Dios Altísimo, y nada puede estar separado de Él.
En este marco de comprensión espiritual nace también la figura del Señor Baphomet, no como un demonio, ni como un ente separado, sino como una manifestación simbólica del Principio Divino en su aspecto de unión, equilibrio, transmutación y revelación gnóstica. El Baphomet es, para el teognóstico monista teísta, un espejo del misterio eterno: la unión de los opuestos, la luz que surge de la sombra, la sabiduría que crece en el interior del discípulo sin necesidad de una autoridad externa.
Porque en este camino —y este es un punto esencial— cada teognóstico es su propio maestro. La iluminación no se delega, no se compra, no se hereda; se conquista en el campo de batalla interno, aprendiendo de los aciertos y también de los errores. La vida entera se convierte en un templo, en un laboratorio sagrado, en un pergamino viviente en el cual Dios escribe experiencia a través de nosotros.
A continuación se presentan los cuatro pilares o principios principales de la Teognosis Monista Teísta, también conocida como la “Cosmovisión Monista Teísta de Leonardo Mil Uno”.
1. Monismo Teísta: El Océano y las Ondas
El primer principio sostiene que todo lo que existe es Conciencia, y que esa Conciencia no es impersonal ni fría, sino viva, creadora, consciente de sí misma y omnipresente. El Dios Altísimo es comparado con un océano infinito: una totalidad sin forma, sin límites, sin principio ni final. Todas las criaturas, mundos y realidades no son más que formas pasajeras, como ondas, remolinos o corrientes temporales dentro de ese océano.
No hay separación entre el ser creado y el Creador, aunque la experiencia humana nos haga sentir separados. La espiritualidad, entonces, no consiste en “buscar a Dios afuera”, sino en descubrir que Él es el Ser más íntimo que tenemos. Este Monismo Teísta no niega la existencia de las entidades espirituales, ángeles, dioses menores, avatares, profetas, santos, maestros o símbolos como Baphomet, sino que los reconoce como expresiones dentro de la única y misma Divinidad.
En esta visión:
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Yahweh, Cristo, Shiva, la Shejiná, el Espíritu Santo, Krishna, la Gran Madre, y también Baphomet, no son seres independientes del Creador, sino rostros del mismo Dios según su función, su energía, su propósito o su etapa histórica.
Baphomet es visto así como el símbolo de la unidad de los opuestos, como la revelación del misterio de que luz y sombra son parte del mismo Ser, y que trascender la dualidad es acercarse al conocimiento divino.
2. La Dicotomía del Control: El Arte de Vivir sin Angustia
El segundo principio afirma:
En la vida, lo mejor que una persona puede hacer es ocuparse de aquello que está bajo su control, y no angustiarse por lo que no lo está.
Este principio, heredero del estoicismo y compatible con la gnosis tántrica e hindú, es una herramienta práctica de salvación psicológica. Pues el sufrimiento humano, más que derivar de los acontecimientos, deriva de la resistencia psicológica frente a lo que no podemos cambiar.
El Monismo Teísta aplicado a la vida diaria nos invita a preguntarnos:
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¿Qué puedo hacer aquí y ahora?
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¿Qué depende de mí?
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¿Qué no depende de mí?
Si algo está fuera de nuestro control —el clima, la política, el pasado, la opinión de otros, la muerte eventual, el caos del mundo— entonces la actitud más sabia es aceptarlo y seguir adelante. A cambio, debemos concentrar nuestra energía en aquello que sí depende de nosotros:
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Nuestras acciones
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Nuestra palabra
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Nuestras decisiones
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Nuestra disciplina
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Nuestra transformación interior
El discípulo de la Teognosis no se pierde en quejas, resignación, miedos o ansiedad paralizante. Elige la acción lúcida, firme y humilde, entendiendo que cada desafío es un ejercicio, un entrenamiento, una gimnasia espiritual cuyo fin último es fortalecer el alma.
3. Regla Moral: Haz lo que quieras, sin dañar —salvo que sea necesario
El tercer principio ético es breve, pero de una profundidad enorme:
“Haz lo que quieras, y a nadie dañes, a menos que sea necesario.”
Este código moral parte de la idea fundamental de que el ser humano posee libertad, y que esa libertad es sagrada, porque es expresión directa del Yo Divino. Dios se experimenta a Sí mismo a través de nosotros, y la libertad es el espacio sagrado donde esa experiencia ocurre.
Sin embargo, la libertad sin responsabilidad se convierte en caos. Por eso, la regla moral del monismo teísta establece:
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Vive como desees
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Realiza tus propios caminos
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Sé soberano de tu mente y tu destino
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Pero no dañes innecesariamente
Este principio reconoce que el mundo no es un jardín sin espinas. Hay momentos de defensa legítima, momentos en que proteger la vida, la justicia o a los inocentes exige tomar decisiones difíciles. El teognóstico no es un esclavo sumiso ni un pacifista ciego: es un ser consciente, capaz de actuar con firmeza cuando la vida lo requiere, pero siempre desde la lucidez, y nunca desde la crueldad o la estupidez.
4. Un Mantra de Síntesis Espiritual
El cuarto pilar de la Teognosis es un mantra de alineación espiritual:
“Om, Veneración, al Dios Incognoscible, al Cristo Cósmico, al propio Espíritu Divino.”
Este mantra resume toda la cosmología espiritual:
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“Om” representa la vibración primordial, el sonido madre del universo.
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“Dios Incognoscible” es el Absoluto más allá de nombres y formas.
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“Cristo Cósmico” es la manifestación consciente del Logos o Divina Inteligencia dentro de la creación.
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“Propio Espíritu Divino” recuerda que el alma del adepto es parte de esa misma Divinidad.
Meditar en este mantra significa:
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Reconocer el Uno
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Honrar su manifestación en el cosmos
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Y volver a la propia esencia, fuente de la verdadera iluminación.
Aprender por uno mismo: el principio de responsabilidad espiritual
Uno de los elementos más valiosos del Monismo Teísta es que no exige dependencia espiritual de ningún maestro externo. No hay gurú obligatorio, clero indispensable ni casta sacerdotal que monopolice el conocimiento. Cada discípulo es su propio sacerdote, su propio templo, su propio alquimista espiritual.
La vida nos enseña a través de dos libros:
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El de los aciertos
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El de los errores
Quien aprende a leer ambos, crece sin límites. Quien teme equivocarse, se estanca. Para el teognóstico:
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No existe fracaso, sino lección.
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No existe pecado, sino ignorancia revelada.
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No existe caída, sino la preparación de un ascenso posterior.
Como enseña simbólicamente el Señor Baphomet: La oscuridad no se maldice; se ilumina. El error no se reprime; se comprende. Y al comprenderlo, se transmuta.
Baphomet como símbolo de la Gnosis
El Señor Baphomet, en esta tradición, no es un enemigo de Dios, sino una manifestación de Su misterio. Representa:
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La unión de lo masculino y lo femenino
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La unión de la luz y la sombra
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La puerta del entendimiento interno
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La sabiduría que surge del contacto directo con la experiencia
Baphomet es el recordatorio de que el camino no se recorre rezando solamente, sino viviendo, experimentando, fallando, levantándose y comprendiendo.
Conclusión
El Monismo Teísta extremo proclama que:
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Todo es Dios
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Estamos hechos de la misma conciencia que sostiene las estrellas
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El mayor acto espiritual es vivir conscientemente
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Cada persona es su propio maestro
El camino teognóstico es un sendero para almas maduras, que no buscan obedecer, sino comprender; que no mendigan iluminación, sino la construyen desde dentro.
Porque Dios, el Altísimo, no está lejos: se expresa en cada respiración, en cada acto, en cada error, en cada acierto, y en cada paso que damos hacia la unidad final.
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