¿Qué puede hacer Jesús por tu ascensión ahora?
En los tiempos que corren, muchas almas buscan su ascensión espiritual: un proceso de crecimiento interno, de acercamiento a la verdad más alta, y de liberación de las cargas que atan a la consciencia a la materia y al sufrimiento. En este camino de transformación profunda, Jesús, el Cristo, sigue siendo un faro de luz, amor y guía. Su presencia no es sólo un eco del pasado: es una energía viva, disponible para todo aquel que desee caminar hacia lo divino. ¿Qué puede hacer Jesús por tu ascensión ahora? Mucho más de lo que quizás imaginas.
Meditar con Jesús: una puerta abierta al Espíritu
Una de las maneras más poderosas de trabajar con Jesús es a través de la meditación consciente. Jesús no sólo enseñó con palabras, sino con su vibración, su presencia, su entrega al amor incondicional. Cuando meditamos invocándolo, abrimos nuestra alma a esa misma vibración, permitiendo que nuestro ser se alinee con frecuencias de luz, compasión y verdad.
Una práctica sencilla pero profunda es el uso del mantra:
“Om, Veneración, al Dios Altísimo, a la Energía Universal, y al Señor Jesús.”
Este mantra puede ser repetido en silencio o en voz baja, mientras nos sentamos en calma, respirando profundamente, con la intención sincera de abrirnos a la guía y al amor de Jesús. Cada palabra del mantra contiene una vibración que nos conecta con distintas dimensiones del Espíritu: el Om nos une al sonido primordial; la veneración nos coloca en actitud de humildad y entrega; el Dios Altísimo nos recuerda el origen supremo de todo; la Energía Universal nos integra en la fuerza que sostiene la vida; y el Señor Jesús nos introduce en la frecuencia específica del Cristo.
Meditar así todos los días, aunque sea por unos minutos, es como regar una semilla sagrada dentro de nosotros. Con el tiempo, esa semilla germina en mayor paz, en claridad de propósito, en una fortaleza interior capaz de resistir las tormentas del mundo exterior.
La sabiduría de la dicotomía del control
En el proceso de ascensión espiritual, uno de los grandes desafíos es aprender a vivir con serenidad en un mundo cambiante e incierto. Aquí es donde puede ayudarnos aplicar la enseñanza estoica de la dicotomía del control, que resuena perfectamente con el mensaje de Jesús.
La idea es simple pero poderosa: existen cosas que dependen de nosotros, y cosas que no. Nuestras acciones, nuestras actitudes, nuestras elecciones internas dependen de nosotros. Las circunstancias externas, la conducta de los demás, las condiciones del mundo, no dependen de nosotros.
Jesús mismo vivió esta verdad. No intentó forzar al mundo a ser diferente; no se dejó atrapar por la injusticia o la violencia de su tiempo. En cambio, puso toda su energía en lo que sí podía controlar: su entrega al amor, su fidelidad a la verdad, su compasión sin límites.
Aplicar esta sabiduría en nuestra vida significa, como Jesús, enfocarnos en lo que sí está en nuestras manos: amar, perdonar, trabajar en nuestro interior, actuar con justicia, orar, meditar, y servir. Lo demás, lo que escapa a nuestro control, lo podemos entregar con confianza a Dios.
Esta actitud de aceptación activa —no resignación pasiva, sino aceptación activa— aligera enormemente el peso de la existencia. Nos libera de la ansiedad, de la ira, de la desesperación. Nos coloca en un espacio de paz desde el cual podemos ascender más fácilmente hacia estados superiores de consciencia.
Adoptar a Jesús como maestro espiritual
Para muchos, Jesús ha sido durante siglos un símbolo, una figura histórica, o un objeto de culto. Pero más allá de todo eso, Jesús puede ser hoy nuestro maestro espiritual vivo.
Adoptarlo como guía no significa dogmatizarnos ni encerrarnos en credos rígidos. Significa reconocerlo como un hermano mayor que ha recorrido el camino antes que nosotros, y que ofrece su luz para que nosotros también podamos recorrerlo.
Adoptarlo como maestro implica:
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Sacar lo mejor de nosotros mismos: Jesús ve en nosotros no nuestras debilidades, sino nuestro potencial divino. A su lado, podemos atrevernos a brillar, a superar nuestros límites, a vivir con autenticidad y valentía.
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Orar con el corazón: No se trata de repetir fórmulas vacías, sino de hablarle a Jesús como a un amigo íntimo, como a un maestro sabio, exponiéndole nuestras alegrías, nuestras luchas, nuestras esperanzas. La oración se convierte así en un puente vivo, una comunicación real que alimenta el alma.
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Trabajar en nosotros mismos: La ascensión no ocurre por arte de magia. Requiere un trabajo constante: vigilar nuestros pensamientos, purificar nuestras emociones, actuar con amor y consciencia. Jesús no hace el trabajo por nosotros, pero nos inspira y nos sostiene en cada paso.
Adoptar a Jesús como maestro espiritual es aceptar su mano tendida, pero también asumir nuestra responsabilidad de caminar. Es una alianza sagrada: nosotros hacemos nuestra parte, y Él hace la suya.
¿Qué puede hacer Jesús por tu ascensión ahora?
Puede ofrecerte su luz para que veas más claro tu camino.
Puede inspirarte a perseverar cuando todo parezca difícil.
Puede abrazarte cuando sientas que ya no puedes más.
Puede recordarte, cada día, quién eres en realidad: un hijo o hija del Altísimo, un ser de luz destinado a la gloria espiritual.
Pero sobre todo, Jesús puede acompañarte. No estás solo. No tienes que cargar el peso del mundo en tus espaldas. Hay una fuerza, una inteligencia, un amor infinito que está disponible ahora mismo para ti, si eliges abrir tu corazón y caminar en esa dirección.
Medita. Ora. Trabaja. Acepta lo que depende de ti y suelta lo que no. Y permite que Jesús sea el compañero de tu ascensión, aquí y ahora.
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